La facilidad que las redes sociales nos brindan para conocer a nuevas personas es por todos conocida. Es habitual establecer conversaciones, incluso de forma cotidiana, con muchas a quienes jamás hemos visto en el mundo real.
Es indiscutible que nuestra foto de perfil va a jugar un papel esencial en esa primera impresión que se llevará de nosotros alguien con quien entramos en contacto por primera vez.Aun así, es todavía habitual encontrar perfiles sin foto. Pocas cosas resultan más desconcertantes que hablar con alguien sin cara. Nos obliga a tener una idea abstracta de su aspecto, nos dificulta empatizarnos y establecer una relación de confianza. Incluso se hace más difícil de recordar.
Cuando imaginamos un perfil sin fotografía, inmediatamente nos viene a la memoria la imagen de una cabeza silueteada. Ese ávatar que se asigna por defecto a quien no facilita su propia imagen. Pero, ¿que pasa con las marcas, los logotipos y los anagramas?. ¿Qué impresión causan en el interlocutor cuando aparecen en lugar de un rostro, en un determinado perfil social?.
Parece obvio que si representamos a una empresa, nuestro perfil debe estar también representado por su imagen comercial. Pero, ¿de verdad es esto deseable?.
Piénsalo, es casi como si nos deshumanizáramos voluntariamente para adoptar el papel de marca. Para quien conversa con nosotros, es como si lleváramos una máscara puesta. Ni siquiera puede estar seguro de que seamos la misma persona con la que hablaba en una ocasión anterior.
Estamos anteponiendo la empresa y su imagen corporativa a las personas que la componen. Ya no soy Luis Hernández que trabaja en SinLios. Soy SinLios.
Esto tiene además muchas implicaciones, como que cualquier cosa que diga no la diré yo, la dirá la empresa. Cualquier error, cualquier desatino, será la marca la responsable a ojos de cualquiera. Igualmente mis aciertos, mi amabilidad, aquello que decido compartir, incluso mi personalidad, quedará automáticamente transferida en la percepción de mi interlocutor a la marca que represento.
Aun cuando en nuestra empresa, también tenemos un perfil corporativo, me cuesta imaginar situaciones en las que esto sea deseable. Y no quiero decir que no las haya, pero son en realidad muy reducidas y más raras aun cuando se trata de establecer una comunicación bidireccional.
Esto es en mi opinión una herencia de los tiempos en que las empresas se publicitaban en medios unidireccionales, una situación en la que hemos crecido y nos hemos acostumbrado a ver como natural.
Conozco a muchas personas a través de Internet y se para que empresa trabajan. Les pongo rostro, personalidad y construyo con el tiempo una relación de confianza. Exáctamente igual que ellas saben quien soy. Y si, si mañana cambian de empresa, mi confianza se irá con ellas porque sin duda, y cada vez más, las marcas las hacen las personas.