El valor agregado de los influencers viene poniéndose bajo la lupa en el mundo del marketing digital. ¿Acaso estamos asistiendo al fin del negocio de algunos o muchos de ellos? ¿Se tratará de una esperable saturación -como ocurre en tantos otros mercados- o bien será porque esos mismos influencers no han sabido conservarse fieles a los atributos que los convertían en atractivos para las marcas y seguidores? Veamos...
Buscando una definición simple, podría decirse que se trata de un individuo (o entidad) que ostenta -en mayor o menor medida- la capacidad de ser formador de la opinión de compra en aquellas personas que lo validan como referente o especialista.
Existen influenciadores de distintas categorías y pueden también asimilarse a los "líderes de opinión" sobre los cuales ya sabíamos desde mucho antes de internet y las redes sociales. Esto quiere decir que "influencers" hubo siempre. La particularidad del caso es que para ser catalogado como "influencer" hoy, parecía venir alcanzando con disponer de más o menos carisma y acumular -en alguna red social-un gran número de seguidores con alguna predisposición para sucumbir ante los encantos de la figurita de turno; condición (dudosamente) suficiente para que muchas marcas interpretaran que esa particularidad podría sumar valor a sus acciones de marketing digital.
En mi opinión, debemos ser muy cuidadosos con la valoración del "fenómeno influencer" y hasta he venido percibiendo cierta banalización del recurso como si fueran la última panacea del marketing, apreciación que no comparto, aunque sí reconozco su razonable aplicabilidad en algunos casos.A propósito de lo anterior, según la mirada de Paul Greenwood, Jefe de Investigación e Insight de We Are Social, los influenciadores estarían perdiendo su factor de influencia, empezando la merma fundamentalmente en los seguidores pertenecientes a la Generación Z. Según sus palabras, el reinado de unos cuantos influencers podría terminar pronto; declaración a la que adhiero.Sumando a la mirada de Paul, me atrevo a ir un poco más allá y aventuro que los influencers van a ir perdiendo terreno no solo en la Generación Z, la cual hoy se muestra pionera en lo que respecta a desafiar mucho de lo que creíamos haber aprendido de internet y el comportamiento de sus usuarios en los últimos tiempos, sino también en las personas en general, quienes cada vez son menos fáciles de engañar gracias al acceso a información de todo tipo, cada vez más disponible.
Y todo esto no es una opinión sin fundamento: de acuerdo con una reciente investigación de la misma empresa (We Are Social), mucho pasa por un tema de credibilidad, la cual ya no sería muy atribuible a tantos de los influencers "masivos" y "multicategorías". Y tiene mucho sentido: ¿qué credibilidad, espontaneidad, autenticidad y, consecuentemente, atractividad podemos atribuirle a una "celebridad", a quien le da lo mismo sacarse una selfie junto a un automóvil, desayunar con "tal" queso crema, posar con cierta marca de carteras y "opinar" acerca de aparatos de gimnasia? Es cierto que todos esos productos podrían ser preferidos por un mismo perfil de comprador, pero de ahí a que efectivamente se logre alguna incidencia en la actitud o preferencia de compra, hay una gran distancia.
Entonces, tal como sugería en el párrafo anterior, esos atributos de credibilidad, espontaneidad y autenticidad, eran los que soportaban la ascendencia que algunos influencers quizá lograban frente a sus seguidores, condiciones que el tiempo mismo fue erosionando a medida que la ambición (propia y de sus... ¡representantes!) los convertía cada vez más en vidrieras para múltiples categorías de productos y servicios, y no necesariamente con la coherencia u homogeneidad que podría esperarse.
No obstante todo lo anterior y hasta que internet vuelva a sorprendernos, entiendo que el efecto de la influencia sí podrá mantenerse en aquellos que sepan concentrarse y generar contenido de interés alrededor de alguna temática de su especialidad vinculada a su propia idoneidad o experiencia; dinámica que irá dejando un poco de lado el atractivo de las grandes celebridades (o pseudocelebridades), a quienes muchas veces encontramos abusando de cierta "promiscuidad" publicitaria y pocas veces creando valor para las marcas que las contratan.